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La importancia de la astrología (página 2)




Enviado por Antonio Justel



Partes: 1, 2

 

El astrónomo moderno se divorcia del aspecto
espiritual de las Astrología, a la que desdeña y tilda
de supersticiosa explotación por la eventualidad de que la
Astronomía señala ocho planetas
principales en nuestro sistema solar:
Neptuno, Urano, Saturno, Júpiter, Marte, Tierra, Venus
y Mercurio. Él, con ayuda del telescopio ve que existen y
piensa que de este modo ha probado que le Religión no conoce
nada del asunto cuando afirma que hay solamente siete planetas
principales. El místico, sin embargo, se apoya en la
Ley de Bode en
vindicación del aserto que sigue: Neptuno ya no pertenece
realmente a nuestro sistema solar,
pues éste no es sino la encarnación de un gran
espíritu de las Jerarquías Creadoras que, en
calidad de
mensajero espiritual, nos viene a visitar,
influenciándonos normalmente desde el Zodíaco. Este genio planetario trabaja de
manera particular con aquéllos que se están
preparando para la iniciación y, parcialmente, con quienes
de un modo u otro estudian Astrología y la aplican y ponen
en práctica en su vida diaria con el deseo de servir a los
demás, pues de esta forma se preparan para el camino
propio de la iniciación.
En cualquier caso, como bien sabemos por medio de la Geografía, los
planetas giran alrededor del Sol, que es el punto céntrico
de nuestro sistema solar, siendo los más pequeños
los que describen órbitas más reducidas y los que
giran con mayor velocidad en
razón de hallarse más próximos al Sol, y los
grandes, que por encontrarse más alejados describen
órbitas más grandes, son los que giran más
lentamente, siendo constantes estas características.
Además del movimiento de
traslación, los planetas describen el de rotación
sobre sus ejes, siguiendo el mismo sentido de orientación
que el de su órbita, o sea, de Oeste a Este, el que se
denomina "rotación diurnal". Los ejes de un planeta pueden
ser bien perpendiculares o bien oblicuos en relación a sus
órbitas, oscilando dicha inclinación entre los
3º de Júpiter a los 102 de Urano y aún los 155
de Neptuno por la razón que luego se dirá.
Las inclinaciones de los ejes de los planetas no coinciden en
todos los casos con los datos facilitados
o estudiados por la ciencia
física o
material, como tampoco compartimos en este caso su opinión
de que estas inclinaciones permanezcan prácticamente
inmutables salvo por un ligero movimiento llamado
"nudación", dado que en los planetas existe un tercer
movimiento sumamente lento – cerca de 50 segundos de espacio por
siglo, por lo que una revolución
completa de los ejes de la Tierra se
realiza en 2 ¼ millones de años aproximadamente
– a cuya influencia deberemos que lo que hoy tenemos como
Norte de la Tierra haya de ser visto en el futuro, tal y como ya
ocurriera en el pasado, apuntando directamente hacia el Sol, y mucho
tiempo
después se coloque en la posición planetaria que
actualmente tiene el polo Sur, para, tras siglos y siglos,
alcanzar de nuevo la posición presente. Es obvio que
mediante los presuntos cambios es como podrán modificarse
las condiciones climáticas de los países en
general, al sucederse los hielos y los trópicos en todos
los puntos de cada planeta. Hemos de señalar, no obstante,
que siempre ha habido cambios imprevistos cuando, por ejemplo, ha
ocurrido que lo que es el polo Norte se
ha orientado directamente hacia el Sol. Entonces, y en esas
circunstancias, el hemisferio Sur estuvo constantemente en la
oscuridad y dominado por el frío de semejante
época.
Las condiciones resultantes causaron la última vez un
vuelco repentino de nuestro globo, si bien, después de esa
época, el espíritu que guiaba la Tierra desde fuera
ha penetrado dentro de su esfera y tal suceso ha de resultar en
delante de todo punto imposible. Es por medio de este movimiento
por el que puede explicarse la presencia de restos de flora y
fauna encontrados
en el polo sin que puedan ser atribuidos a otra causa,
demostrando a la vez que con el transcurso del tiempo, y cuando
la inclinación de los ejes de cualquier planeta sea mayor
de 90 grados y su polo Norte comience a apuntar hacia el Sur, los
satélites
de tal planeta han de aparecer como si girasen en dirección contraria a la de los
satélites del resto de planetas, cual es el caso de los
satélites de Urano y Neptuno – como más
atrás hemos advertido – lo cual es hecho de gran
confusión para los astrónomos. En su virtud, para
Urano y Neptuno, el Sol sale por el Oeste y se pone por el Este,
siendo ello debido a la inversión de los polos.
Si bien es cierto que al principio de nuestra presente fase de
evolución todo lo que ahora se encuentra
fuera del Sol se hallaba dentro, ello fue debido a que no todos
los seres pudieron continuar vibrando con el grado que
allí había; por tanto, muchos se quedaron
atrás, se cristalizaron, lo cual los convirtió en
un obstáculo para los demás seres evolucionantes.
Habiendo comenzado su cristalización en los polos, donde
el movimiento es lento, el propio aumento del peso los
arrastró gradualmente hacia el Ecuador, donde
el movimiento es más rápido, para después, y
en su día, mediante la fuerza
centrífuga, ser expulsados del Sol. Del mismo modo y de
forma sucesiva ocurrió con otros seres, los cuales tampoco
habían podido continuar viviendo bajo la intensidad
vibratoria que reinaba en el Sol, por lo que habiéndose
rezagado, acabaron siendo lanzados a su debida distancia al
espacio, a fin de que las vibraciones solares pudieran dotarlos
de la propia rapidez vibratoria, acorde siempre con su respectivo
grado de desarrollo.
Los espíritus más avanzados permanecieron por tanto
en el Sol o más cerca del Sol, lo que hace que calificar
de "inferior" o "superior" a unos u otros planetas, habría
de hacerse no por la cercanía al Sol, sino por la mayor o
menor rata vibratoria de que en sí mismos disponen.
Júpiter, no obstante, y en evitación de cualquier
mala interpretación, fue expulsado pero se le
dio un inmenso volumen de
sustancia ígnea por el hecho de que los jupiterianos
habían conseguido un estado de
desarrollo muy elevado, lo cual requería tanto vibraciones
altas como acción
independiente a un tiempo. Por consiguiente, Júpiter viene
a ser una excepción en varios sentidos, uno de esos casos
en los que una ley superior posterga a otra inferior.

Para concluir este expreso apunte, queremos reiterar que los
planetas de nuestro sistema solar son los organismos visibles de
los Siete Espíritus delante del Trono de Dios, el Sol, y
que al igual que nos es posible transmitir la fuerza capaz de
mover conmutadores para encender una luz, elevar una
palanca o enviar órdenes concretas y en determinado
sentido a través del ordenador, del mismo modo esos
Grandes Espíritus pueden ejercer una influencia sobre los
seres humanos de acuerdo y en armonía con nuestro estado
de progreso individual.
Desde otro punto de vista, y en cuanto a la utilidad de la
astrología en la vida de cualquier persona,
podríamos formularnos la siguiente pregunta: ¿ los
aspectos que presenta nuestro horóscopo, podremos
modificarlos por medio de nuestra voluntad ? Y la
contestación imperiosa e inmediata es sí. Porque,
de no ser así, más nos valiera, cual antiguos
estoicos, sentarnos o acostarnos para esperar la segura e
implacable llegada de la muerte.
Pero afortunadamente las cosas no son de esta manera, porque si
ello fuese de esa forma ¿ qué bien nos
podría reportar el estudio de la astrología ?
Efectivamente ninguno. En cambio, si
sabemos que en el horóscopo no se refleja de ninguna
manera lo que atañe a la voluntad del individuo, y
que los aspectos de la carta natal,
así como los que en sus tránsitos y progresiones se
refieren sólo y exclusivamente a meras tendencias, la
cuestión y el enfoque nos harán cambiar
radicalmente. ¿ Podemos traer aquí el ejemplo tan
manido de aquellos dos veleros, que bajo el mismo viento
marchaban sin embargo en direcciones contrarias ? Por tanto
¿ no es acaso la actitud de
cada cual lo que hará que unos se dejen arrastrar por los
vientos reinantes de la vida y que otros, en cambio, logren no
sólo desactivarlos sino progresar con ellos
poniéndolos a su favor ? Tal es la expresión de la
voluntad: enfrentarse a los vientos y vencerlos o en otro caso
dejarse llevar por ellos hacia las rocas y el
desastre. De aquí que, si bien es cierto que le inmensa
mayoría se deja arrastrar por las tendencias –
mostradas por las configuraciones planetarias – no es menos
interesante por tal motivo estudiar astrología para,
habiendo previsto lo que ha de acontecer, tomar las precauciones
necesarias y ejercer nuestro dominio de
voluntad para evitar el daño y
llegar con bien a puerto, a alcanzar nuevos aspectos de
armonía y bienestar.
Las estrellas, por tanto, se dice que impelen pero que no
compelen. Este es el fundamento y fuerza motriz para actuar, dado
que podemos y debemos cambiar nuestro destino si este nos
disgusta. Piénsese que, en los tiempos antiguos, y debido
a nuestra andadura infante como humanos, las estrellas nos han
dominado porque nuestra voluntad se había quedado inerme
frente al karma que nosotros mismos habíamos
contraído y que por tanto las estrellas diseñaban.
Actualmente, más evolucionados, ya más sabios y
perfectos, con más entendimiento y determinación,
nos hemos capacitado para salir al encuentro de nuestro mal
destino y enderezarlo tal cual deseemos. Tenemos una voluntad
divina y nadie puede disponer de ella sino nosotros mismos.
De otra parte, es por medio de la astrología como podremos
obtener una amplia comprensión acerca del plan divino de
evolución, pues cada posición y aspecto de los
planetas entre sí, con relación a los signos y las
casas, representan para todos y cada uno de nosotros aquellas
oportunidades que requiere la evolución de manera conjunta
y separadamente.
Es por ello que, al obtener este conocimiento y
su debida comprensión, él debe prestarnos una gran
esperanza en aras a esperar los momentos más espinosos con
esa mentalidad positiva que tanto conforta y nos hace crecer
anímica y espiritualmente.
Reseñamos que si realmente los padres tienen por medio de
la astrología una oportunidad de oro a fin de
prever las crisis de sus
hijos y tratar de infundirles virtud frente a vicios
contraídos en su karma anterior, diremos que, por lo que
hace a la sanación, al campo astrológico no tiene
dimensión alcanzable. El horóscopo al nacimiento
nos señalará las enfermedades incipientes
desde aquél hasta la muerte, por lo
que si tuviésemos conocimiento del día o
días en que las crisis han de manifestarse, es decir,
estando previamente advertidos, bien podríamos hacerles
frente tal y como arriba hemos señalado, puesto que la
astrología no sólo tiene en cuenta el aspecto
material del ser sino también el del alma que lo
define.
Es notorio, no obstante, que a pesar de que los médicos
modernos conocen que el estado de
la sangre y, por
ende, el de todo el cuerpo, cambia en función
del estado de ánimo del paciente, son aún muy pocos
los que aceptan el hecho de que tanto nuestros estados
orgánicos como mentales están influidos por los
rayos planetarios, los que, por otra parte, se encuentran en
continuo cambio, debido al movimiento incesante de los planetas.
Por ello, sí querríamos sugerir que, al igual que
aceptamos que los rayos del sol nos llegan y afectan nuestros
estados mentales y físicos de muy distinta manera, de
acuerdo con la hora del día ¿ por qué no
admitirlo para los rayos que vienen y llegan procedentes de los
planetas más lentos que el sol ? La deducción resulta de gran lógica:
habrá momentos más oportunos, más propicios
que otros para llevar a cabo la curación de una
determinada enfermedad o para el tratamiento con medicamentos
preparados al respecto.

Algunos médicos ya lo están llevando a
cabo así porque sus posibilidades de diagnosis y
tratamiento resultan mucho más acertadas. De semejante
modo ¿ por qué hay médicos que procuran que
sus intervenciones quirúrgicas tengan lugar en la fase
lunar del cuarto creciente ? Sencillamente porque han obtenido
el
conocimiento práctico de que, cuando una
intervención o proceso
médico tiene su comienzo en esta fase lunar, la
operación tendrá éxito o
el proceso saldrá con bien, mientras que si una u otro
tuviesen lugar o comienzo en la fase opuesta, en decir, en
menguante, siempre ocurrirían complicaciones o el proceso
devendría de difícil aplicación y resultado.
Y del mismo modo, si hubiese que aplicar alguna dosis de
estimulantes o sedantes, debemos decir que los primeros
tendrán una acción más eficiente con la luna
en creciente, mientras que los segundos la tendrían en
menguante, por lo que la dosis, a efectos de controlar el dolor
debidamente, acaso deba ser rebajada o aumentada según
cada caso. De manera similar, cuando la luna creciente se
encuentra en buen aspecto con Venus y Júpiter, ello
implicará los mejores resultados en la estimulación
cardiaca, por lo que las palpitaciones tendrán un
tratamiento más eficaz cuando la luna está en
menguante y los aspectos citados son favorables.
De aquí que, por la mera aplicación de este
rudimento astrológico, el hecho de la curación
pueda resultar notoriamente acrecentado.
No olvidemos en ningún caso que las discordancias que
expresamos como dolor o enfermedades no son provocados sino por
discordias espirituales internas al quebrantar las leyes de la vida,
por lo que si fuésemos capaces de tomar conocimiento
acerca de cuáles sean las causas que nos afligen, sin duda
procuraríamos eliminar tales causas a fin de que las
enfermedades cesasen. Tal información, insistimos, no se conoce si no
es a través de la carta natal, pues
en ella cada planeta y signo expresan armonía o
discordancia, salud o
enfermedad.

 

Antonio Justel

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